8/12/08

Arte, política y el horror


No se hasta cuando durará la exposición que en Cajagranada acoge parte de la colección de carteles de la guerra, propiedad de la Fundación Pablo Iglesias, pero si te pilla de paso por la capital granadina y tienes tiempo y ánimo no lo dudes: paséate por sus salas.

En éste punto del desarrollo técnológico el mensaje, incluso la calidad artística, suelen estar eclipsados por los medios usados para transmitir. Alguien con muy buen criterio, a mi modo de ver, se ha tomado la molestia de recordarnos la eficaz labor desarrollada en este sentido por el cartelismo en el pasado cercano.

En éste caso se trata de una larga serie de litografías originales, se ven los pliegues, que del 36 al 39 podrían encontrar nuestros abuelos pegados en las paredes de las ciudades cada vez más castigadas y asediadas de la españa republicana, con los que se intentaba dar confianza a la población. Podemos extraer tres lecturas bien diferenciadas: la artística reflejada en un realismo soviético al más puro estilo; la política con una firme decisión de alentar en criterios de participación, educación y unión en tiempos dificíles; y una subyacente que es el estado de penuria creciente conforme se avanzaba en la contienda.

La exposición consigue relatar el desarrollo de la masacre sin hacer mención directa, hasta tal punto, que la última sala te pone un nudo en el estómago difícil de entender cuando piensas que sólo son trocitos viejos de papel.

El último cartel es espeluznante